26/1/10

¿Hacia dónde vamos y con quién?

En tiempos de tribulación y conflicto, donde tan difícil es orientarse, creo que nos hacen falta apoyos: porque muchas veces tenemos que elegir entre quienes quieren resolver los problemas pero no pueden, o tienen pocas fuerzas, y quienes pueden pero no quieren. Apoyos que nos ayuden a crecer por dentro, como dice García Montero en su columna de RNE del día 5 de enero. O que nos ayuden como ciudadanos a tomar el protagonismo para "hacer Estado", como decía en el mismo medio el pasado 3 de noviembre.
Estamos obligados a pensar y decidir a partir de una realidad que no es, y quizá no puede ser, blanca ni negra (por mucho que se empeñen los que “están seguros de todo”) sino una compleja gama de grises.
A mí me han ayudado un poco estos dos artículos, publicados en El País la semana pasada: uno del sociólogo y pensador francés Edgar Morin y otro de Albert Solé, el periodista y cineasta, hijo de Jordi Solé Tura.

1 comentario:

VicenteP. dijo...

Me ha interesado especialmente, entre los cuatro enlaces –que hay que ver cómo abruma el jodío Ramón- de esta intervención del señor “ponente” de este blog, el artículo de Edgar Morin.

Creo significativo esto que escribe el gabachois: “Es imposible frenar la oleada técnico-científico-económico-civilizatoria que conduce al planeta al desastre”. Y poco después, tras repasar someramente la evolución histórica del pensamiento social más renovador, desde las religiones hasta la ciencia moderna, pasando por capitalismo y socialismo, anota: “Hoy, hay que volver a pensarlo todo. Hay que comenzar de nuevo”.

Es todo un desafío ante el que es cierto –para su garbancera tranquilidad, es seguro que este trabajo no será leído por los cientos de millones de acomodaticios, y pacatos por encima de todo, ciudadanos del mundo occidental-; es cierto, retomo, que ese desafío estremece todas nuestras ideologías presentes en liza, esas muletas que casi todos usamos para calmar nuestro ánimo ante la contundente evidencia de la vorágine de sucesos incómodos, terribles a veces, de nuestro tiempo; sólo parapetados tras esos clichés mentales logramos soportar la exigencia de acción pública a que esa incomodidad nos impele. Y así logramos continuar sesteando en esta especie de ciudad alegre y confiada que es nuestro entorno de nuevos ricos, nos anestesiamos con esas cuatro ideas fijas ante las amenazas que el cercano futuro augura.

El problema, claro está, es barruntar, ante el cercano desastre planetario, posibles salidas, la metodología de su puesta en marcha, etc. Morin apunta la mundialización-desmundialización, crecer-decrecer, desplegar-replegar.

Ahí caben muchas rutas, claro, pero yo prefiero fijarme en un punto crucial, y que se toca en otro de los enlaces aquí propuestos: Es preciso crecer hacia dentro. Individualmente porque no es posible hacerlo de otro modo, y al margen de las religiones porque niegan la individualidad e imponen una superestructura sobrenatural para todo ser humano –café para todos- de todo punto hipotética y –podríamos debatirlo- absurda y esperpéntica en demasiados de sus contenidos.

Lo que apunto está ya en el budismo desde siempre. Es decir, un modo de pensar individualizado en pos de uno mismo y de las últimas razones, que no otra cosa es el budismo más serio, al margen de las memeces de los mantras o las túnicas anaranjadas. Y conste: No soy budista, sólo un maniático de la vida interior… ergo soy budista, sí, porque exactamente eso pretende el budismo.

En fin, aquí lo dejo, no quiero aburrir al sufrido lector.

NOTA.- Es obvio: Uno es un jubilata, de otro modo no se entiende este modo de perder el tiempo a chorros con las monsergas que nos propone Don Ramón en vez de desparramarme en un sillón a ver el partidazo del siglo en Teledeporte o algo así. Uno, que es un vicioso del pensar. Qué martirio, osú.